Oportunidades chilenas para los uruguayos

Semanario Búsqueda de Uruguay 23 de setiembre de 2010

Muy buenas perspectivas económicas se anticipan para Chile de acuerdo a lo implícito en el reciente Informe de Política Monetaria publicado por el Banco Central y en el exuberante comportamiento mostrado por los precios de los activos. Pese a las consecuencias del terremoto, las autoridades proyectaron que la economía crecería entre 5% y 5,5% en 2010 y entre 5,5% y 6,5% en 2011. Algunos analistas sostenemos que dichos pronósticos podrían incluso quedarse cortos, sobre todo el próximo año. Un escenario mucho más optimista ya está incorporado en el alza de 35% registrada por los índices bursátiles este año, en la apreciación de casi 10% mostrada por el peso en el último trimestre y en la fuerte caída exhibida por el riesgo país.

 

Hay al menos dos factores que están detrás de estas favorables perspectivas. Primero, el buen entorno externo implícito en el alto crecimiento que sigue mostrando la economía mundial, los precios históricamente elevados de las exportaciones y la fuerte expansividad de las condiciones financieras. Segundo, pese a que el Banco Central ha venido subiendo las tasas de interés y el gobierno ha estado ajustando el gasto público, las políticas macroeconómicas seguirían siendo estimulativas durante los próximos meses. Por un lado, la política monetaria se mantendría en una instancia expansiva o a lo sumo neutral, debido a que las presiones inflacionarias seguirían controladas por la apreciación del peso y la estabilidad de los costos laborales unitarios. Por otro lado, el impulso fiscal podría aumentar en los próximos dos años producto de los planes de reconstrucción ligados al terremoto.

 

Pero lo más interesante es que existen buenas razones para estimar que dicho escenario se prolongaría más allá del próximo año. Chile inicia este ciclo con una posición acreedora en el sector público y con un muy bajo endeudamiento del sector privado. Paralelamente, existen indicios de un alza en el crecimiento potencial debido a la ambiciosa agenda modernizadora que está impulsando el gobierno del presidente Sebastián Piñera y a las mejores expectativas económicas. Esto se está traduciendo en un gran boom de inversión y en un fuerte despegue de la productividad, tras varios años de estancamiento.

 

No hay dudas que este escenario tendrá algunas consecuencias positivas sobre los países vecinos, el resto de la región e incluso Uruguay.

 

Primero, la mayor demanda interna será desviada parcialmente hacia mayores importaciones de bienes y servicios desde la región. Basta mencionar dos buenos ejemplos vinculados a Uruguay que reflejan las oportunidades que Chile podría ofrecer. Ejemplo 1: las ventas de carne uruguaya hacia el país transandino se perfilan hacia una cifra cercana a los US$ 55 millones este año, más del doble del valor facturado en 2009, pero aún inferior al récord de 2006. Ejemplo 2: la concreción esta semana por parte de la encuestadora Suma, consorcio internacional que forman Cifra y Equipos Consultores, de la primera exportación de servicios hacia Chile, con la publicación en el diario La Tercera de Santiago de sondeos de opinión en la región.

 

Segundo, si tal como estimamos la economía chilena se acerca al pleno empleo hacia fines de 2011, con una tasa desocupación cayendo a un rango entre 6% y 7%, las oportunidades para trabajadores extranjeros o servicios laborales provistos desde el exterior también irán en aumento. No se trata de un hecho poco probable considerando que –durante los ’90- cuando Chile crecía aceleradamente y también funcionaba a plena capacidad- la inmigración fue en promedio de 10 mil personas por año.

 

Tercero, dada la fortaleza de sus cuentas externas y el exceso de ahorro que muestra el sector privado, Chile seguiría exportando capital e incluso podría acelerar sus inversiones en la región, con el consiguiente impacto positivo en términos de transferencia tecnológica y de conocimientos. A diferencia de lo ocurrido en los ’90, cuando el destino favorito era Argentina, ahora han surgido como plazas más atractivas Perú, Colombia y Brasil. El reciente anuncio de fusión entre LAN y TAM, con el control en manos de los chilenos, es un ejemplo claro en este sentido que seguramente se irá profundizando en otros rubros.

 

Desde hace mucho tiempo hemos insistido que Uruguay debe seguir a Chile en el ámbito de las políticas públicas. Aunque eso ha venido ocurriendo, resulta evidente que aún queda mucho por acoger en dicho terreno: desde su gran inserción externa, pasando por su regla fiscal, la eficiencia de su Estado y sus empresas, el alto desarrollo en concesiones de infraestructura, hasta su buen diseño de políticas sociales y su neutralidad gubernamental en materia laboral.

 

Pero ahora el desafío de plegarse a Chile también se está extendiendo a otros actores de la sociedad. Con sus favorables perspectivas económicas, se está abriendo una gran ventana de oportunidad para que también el sector privado uruguayo profundice sus relaciones con el país transandino. Los lazos comerciales, financieros, científicos y tecnológicos están en pañales y tienen mucho espacio para crecer.