Frigoríficos: ¿la punta del iceberg?
Semanario Búsqueda de Uruguay 2 de diciembre de 2010
La industria frigorífica —probablemente la más relevante del país por su actividad y exportaciones— ha enfrentado serias dificultades en los últimos meses. En pocas palabras, el problema mayor se resume en el fuerte deterioro en su capacidad de competencia y en la consiguiente caída en sus márgenes y rentabilidad. Llama la atención que ello ocurra en una coyuntura internacional de precios y actividad tan favorable y en un sector que supuestamente aún conserva grandes ventajas comparativas. ¿Qué estará reflejando esta situación? ¿Será la punta de un iceberg más generalizado?
Como en otros sectores, la apertura al exterior —tan beneficiosa para la asignación eficiente de los recursos y el crecimiento económico— ha encaminado los precios locales de la materia prima (ganado) y del producto terminado (carne industrializada) a sus respectivos valores internacionales. Todos ganamos.
Por un lado, para los consumidores, la amenaza de mayor oferta externa regulará cualquier intento de los frigoríficos de fijar precios locales superiores a internacionales. Por otro, para los productores de ganado la apertura implícita en la posibilidad de exportar ganado en pie disminuye los riesgos de oligopolio de la industria nacional y garantiza que ésta termine trasladando hacia atrás los precios mundiales. En definitiva, a todo nivel, los precios quedan determinados en el resto del mundo, favoreciendo condiciones competitivas y altos grados de eficiencia en ambos eslabones de la cadena sectorial.
Pero simultáneamente sucede que el margen de los frigoríficos queda entonces determinado por el diferencial entre ambos precios y por los factores de costos domésticos que lo afectan. Cabe aclarar que, cuando hacemos referencia a “precios internacionales”, tanto a nivel de la carne industrializada como del ganado en pie, estamos aludiendo fundamentalmente a las cotizaciones imperantes en Brasil, las que han quedado transformadas en las relevantes para Uruguay y la región. Así, no es utópico estimar que —en definitiva— los márgenes de la industria frigorífica local deberían tender a los imperantes a nivel internacional y, en particular, a los del país norteño. ¿Es factible esta convergencia?
La gestión empresarial, la renovación tecnológica y la incorporación de know how global, no deberían constituir obstáculos, por cuanto los brasileños controlan los principales frigoríficos del país hace ya varios años. Sin embargo, como en otras industrias, las trabas para alcanzar los estándares de eficiencia internacionales deben buscarse en las políticas macro, micro o sectoriales. Si dichas políticas limitan la capacidad de competencia del sector o presionan a la baja sus estándares de eficiencia, la industria corre el riesgo de achicarse en el largo plazo, en detrimento de la expansión del negocio de exportación de ganado.
Por un lado, un factor de orden macro pasa por la incapacidad de mantener un tipo de cambio competitivo debido a una política fiscal muy expansiva y a la ausencia de altos superávit gubernamentales en tiempos de bonanza. También puede ser muy costoso lograr la sostenibilidad fiscal en base a una altísima presión tributaria o con tarifas públicas muy superiores a las internacionales. Basta mencionar los altos costos de la energía o de las telecomunicaciones. Por otro lado, el obstáculo quizás más relevante en la coyuntura actual es la promoción desde el propio gobierno de políticas salariales inconsistentes con la evolución reciente y esperada de la productividad laboral.
En definitiva, para mantener el proceso de industrialización y promover altos niveles de valor agregado, no se trata de cerrarse a los mercados globales, entorpecer la exportación de ganado en pie o promover otras distorsiones. Tampoco se trata de “meter la mano en el bolsillo estatal” para generar incentivos, subsidios o políticas sectoriales. De lo que se trata es de —manteniendo la inserción en un entorno competitivo global— ir removiendo todos aquellos obstáculos que impiden la convergencia a mayores niveles de eficiencia. En fin, de eliminar distorsiones. No de introducir otras.
Lo que está pasando en los frigoríficos es una señal de alerta de un problema que puede estar bastante más extendido o que corre el riesgo de generalizarse. El resto del complejo agroindustrial, pero también algunos sectores de servicios, enfrentan las mismas trabas. Si los mayores costos no se remueven corremos el riesgo de concentrarnos en exportar troncos en vez de celulosa, leche en polvo en vez de manteca o lana cruda en vez de prendas de vestir. Algo no muy distinto puede estar pasando en los servicios, cuyo potencial de expansión puede verse comprometido por la mayor eficiencia y crecimiento de otros países de la región o incluso —revolución tecnológica mediante— de cualquier otro país en el mundo. Con el agravante de que, si ello sucede, la materia prima que volveremos a exportar será la propia mano de obra.
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