De chilena, de Chilena

Semanario Búsqueda de Uruguay 4 de noviembre de 2010

Como bien ha escrito Eduardo Galeano, “Ramón Unzaga inventó la jugada en la cancha del puerto chileno de Talcahuano: con el cuerpo en el aire, de espaldas al suelo, las piernas disparaban la pelota hacia atrás en un repentino vaivén de hojas de tijera”. La bella pirueta futbolística nació aparentemente en 1914 y fue popularizada tanto por el propio Unzaga en canchas sudamericanas como por el emblemático fundador y capitán de Colo Colo, David Arellano, en campos españoles.

Este año, casi un siglo después, el mundo volvió a quedar maravillado con otra “maniobra chilena”. El rescate de los 33 mineros, seguido en vivo por casi 1200 millones de personas en el mundo, puso de relieve globalmente “the chilean way” como dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. El concepto, que busca destacar que el “trabajo se hace bien en Chile”, con altos grados de eficacia y eficiencia, era -ya antes de este episodio- el objetivo principal y sello distintivo que venía persiguiendo el gobierno del presidente Sebastián Piñera. 

Pero así como los chilenos son y serán recordados eternamente por haber “inventado” esa acrobacia futbolística o por la gestión rigurosa y profesional del rescate minero, también deberían serlo por las grandes innovaciones en políticas públicas. Si hubiera que destacar elementos realmente novedosos y de alto impacto en bienestar, ¿cuáles sobresalen?. ¿Qué otros aspectos de “la forma chilena” podrían imitar Uruguay u otros países de la región?

Si bien algunas reformas han sido muy novedosas y lo suficientemente destacadas, tales como la plena inserción en el mundo (tanto con apertura unilateral como con tratados de libre comercio), la autonomía del Banco Central, el proceso de desdolarización basado en la masificación de la UF (unidad indexada al IPC), las masivas privatizaciones de empresas públicas, la creación de un sistema previsional de capitalización individual, el original esquema de concesiones o la potente regulación bancaria, me parece más interesante enfatizar otros elementos esenciales e innovadores.

Primero, uno crucial y muy poco destacado, ha sido el carácter fuertemente neutral implícito en el diseño de políticas públicas. En esta materia, la Concertación –la coalición de centroizquierda que administró el país durante 20 años- hizo una contribución fundamental al llegar al gobierno en 1990. En su momento, su primer Ministro de Trabajo, el economista René Cortazar resumió muy bien el enfoque al expresar que, “si bien hemos vivido una historia pendular, no es que ahora les toca a los otros, ahora nos va a tocar a todos, debemos centrar el péndulo en el mercado de trabajo”. Siguiendo también esta orientación se rechazó la aplicación de políticas productivas sectoriales, se mantuvieron los incentivos parejos a la innovación y se prolongó la fuerte autonomía del Estado ante los intereses empresariales y sindicales. En definitiva, las políticas han estado dominadas por la promoción del interés general, el cual ha sido defendido por universidades, centros de estudios y medios de prensa.

Segundo, en el ejercicio de “la política” y la aplicación de los programas de gobierno también han primado aspectos técnicos y amplios consensos. Hay dos factores que han favorecido este ambiente. Por un lado, el alto nivel académico de la educación terciaria impulsado hace ya más de 50 años con los convenios entre las principales universidades y sus pares norteamericanas. Así, la educación de las ciencias sociales, sobre todo la economía, vivió una revolución que luego se extendió a otros ámbitos con la liberalización del sector universitario ocurrida en los ochenta. Por otro lado, la moderación de las posiciones extremas se ha visto estimulada también por el sistema electoral binominal que ha ido consolidando dos grandes bloques políticos. Ya hace tiempo que los partidos en Chile se juegan en el mediocampo y no de arco a arco.

Tercero, la estabilidad macroeconómica –un aspecto ampliamente resaltado- ha estado bajo vigilancia permanente en los últimos gobiernos. Así, tras la mala evaluación del esquema de controles de capitales aplicado durante los ’90 y el alto impacto de la crisis asiática, el gobierno del presidente Ricardo Lagos adoptó una regla fiscal contracíclica que obliga a generar altos superávits gubernamentales en la bonanza y que tolera aumentos de deuda en malos tiempos. Esta innovadora regla, que luego quedó institucionalizada en una ley y que es monitoreada por un comité independiente de expertos, busca limitar el crecimiento del gasto público al incremento permanente de los ingresos y suavizar la volatilidad macroeconómica (sobre todo en materia cambiaria).

Durante la última década, lideres y partidos de América Latina han ido incorporando, con gran humildad, algunos aspectos de esta “forma chilena” de encarar “la política” y buscar “la vía al desarrollo”. Pero no basta con eso. Para ver la luz al final del túnel, como la vieron los mineros, el proceso debe ser integral y estar dotado –a todo nivel- de un gran sentido de urgencia. Sin dudas, ni titubeos. Sin dejar nada librado alzar. De chilena, de chilena.